“No crees que la estampa Panini está demasiado cara, la semana pasada la intercambiaban por 12 estampas normales, esta semana cuesta 20… Creo que es una burbuja especulativa.”
No, esta no es una plática en Wall Street o en alguna gran institución financiera sino en un patio de primaria…
Para quien no esté enterado, el álbum Panini es la locura del momento. En él se pueden pegar 638 estampas con imágenes de la Copa Mundial Sudáfrica 2010, y se venden en paquetes de cinco cada uno y los niños (y muchos adultos) intercambian entre sí para conseguir las máximas posibles y llenar el cuadernillo.
Obviamente, como en cualquier economía de mercado, hay estampas, que por ser escasas o por reflejar alguna moda, son más cotizadas que otras; como la del Chicharito Hernández o como el holograma de la marca del álbum (conocida como La PANINI, con mayúsculas y reverencias), y tener estas estampas es un hito comparado con haber ganado casi casi el premio mayor de la Lotería. Llenar el álbum es la meta celestial de todo el que lo posee.
Ver a un grupo de niños intercambiando estampas, es como un pequeño laboratorio de las ciencias económicas. Las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, en su máxima expresión. Más allá de cualquier maestría en economía.
Estas son algunas de las lecciones (que podrán parecer una manera simplista de explicar el mundo, pero realmente no lo son):
-No hay tal cosa como el bien común. Cualquier llamado al estilo Montessori de “pongan todos sus estampas repetidas juntas y las repartiremos equitativamente” es tomado como una señal de que el adulto que lo propone ha perdido la cabeza.
-Las diferencias se marcan desde la cuna. Siempre hay “condiciones de inicio” diferentes y, por más que queramos pensar que vivimos en una meritocracia en donde todos tenemos las mismas oportunidades, esto es falso. El niño que tiene papás más espléndidos y que le compran más sobres, es el que generalmente tiene la voz cantante. Aún en pequeñas edades los niños hacen su lista de “millonarios de Fortune” basada en el tamaño del “bonche de repetidas” (o sea el cash disponible para intercambiar).
-La suerte existe. Hay quien en cinco sobres obtiene las mejores estampas, que puede intercambiar más caro, y quien en la misma cantidad de sobres saca simplemente repetidas o estampas de bajo valor de mercado.
-Hay mejores negociadores que otros y éstos son los que más éxito tienen. El de más labia, mejor verbo, mayor poder de convencimiento, es el que, independientemente de sus estampas iniciales, consigue lo que quiere. A lo mejor en la escuela en vez de las leyes de física deberíamos enseñar a todos los niños cómo negociar en la vida.
-Nunca nada es suficiente. El niño que ya consiguió a Miguel Sabah (67) ahora quiere a Lionel Messi (122)… el que ya llenó el álbum ahora le ayuda al amigo a completar el suyo… Hay quienes se convierten en brokers de toda la colonia. La adrenalina del libre mercado, el poder que te genera “tener o conseguir” es casi adictivo, a cualquier edad y sea el bien que sea.
-Cuando les pides a los niños que intercambian sin gritar o que no le arrebaten las estampas al compañero (reglas que “el mercado” considera lógicas y funcionales) se aceptan y sirven para mediar y mejorar el juego…
...Pero en el momento que tratas de introducir reglas que el mercado considera ridículas, al estilo de “niños no pueden intercambiar NINGUNA estampa por más de cinco” o “quien ya tenga lleno casi todo el álbum debe regalarle sus estampas a los demás”, se genera pánico, desacato y mercado negro “yo mejor intercambio después” “si quieres la copa final la cambiamos en la tarde en mi casa”… o sea cuando llega el gobierno y se inmiscuye sin entender de qué se trata el juego, se acaba todo por amolar.
Originalmente publicado en Excelsior
Muy cierto.
ResponderEliminarYo todavía guardo un álbum que nunca complete. Y un montón de sobres de fotos repetidas.
Cristina
ResponderEliminarMe encantó. La semana pasada compré el libro "Cabrona y Millonaria", nadie me lo recomendo, lo vi en un estante, leí la contraportada y me llamó la atención. Jamás imaginé que el contenido fuera tan bueno, es lo que siempre he necesitado, está adaptado a las necesidades de nosotras mujeres mexicanas, y no como menciona Adina en su libro (puras traducciones del inglés).
Gracias