martes, 27 de agosto de 2013

Reflexiones a pocas horas de cumplir 40

Pocas cosas tan cliché como el miedo de la mujer moderna a cumplir cuarenta. Pero la mera mención del número hace que mujeres seguras, modernas, estudiadas y exitosas tengan escalofríos (quizá es el primero síntoma de la pre-menopausia).

Creo que la canción de cuna que nos cantaban de chicas era "a la ruru nena a la ruru ya o ya vienen los cuarenta...." El coco hecho evento de vida. Cumplir cuarenta años.

Todos los que me conocen (o me han leído) saben que no tolero mucho mis cumpleaños. Así como hay alergias al gluten y a la lactosa, a mi el 28 de agosto me cuesta un poco de trabajo digerirlo. Me cuesta mucho trabajo entender el paso del tiempo. Detenerlo. Más que disfrutarlo, mi cumpleaños es un día en el que automáticamente caigo en honda reflexión. ¿Aproveché el año? Porque es uno menos... ¿Estoy haciendo bien las cosas? ¿Soy buena mamá? ¿Estoy dejando mi huella en el mundo? ¿Qué me falta por hacer? ¿Qué errores cometí? ...
Me encantaría decir que soy un alma profunda y cuestionadora del verdadero significado de la vida. Creo, más bien, que soy una vieja complicada. Me angustia pensar en lo que ya no puedo hacer por razones mismas del paso del tiempo y de las automáticas responsabilidades que eso implica en la vida de todos.

Te puedes sentir como el alma más joven del mundo. Pero la innegable realidad es que, por lo menos en mi caso, cada año está marcado por más responsabilidades, más deber-que, más rutina, más listas de pendientes. Tristemente el angelito de "uuuupppssss no creo que estés en edad de hacerlo" se trepa en mi hombro más que el diablillo de "órale, hazlo, que importa lo que diga la gente."

Falso que la edad sea subjetiva. Eres tan joven como tu sentir. Patrañas. Sobre todo cuando eres madre de hijos adolescentes. Tu juventud es inversamente proporcional a la juventud de tus hijos.

Empecé a sufrir los cuarenta desde qué cumplí 37, ha sido un periodo de enorme análisis, crisis y reflexión. Creo que desde entonces empecé a vivir una segunda crisis existencial. Cómo buena alma obsesivo-compulsivo no dejé la crisis hasta el último minuto la preparé con tiempo y esmero. Con todos los ingredientes que DEBE (ya ven hasta en esto me ato al deber-que) tener una crisis de personalidad.

¿Qué es lo que me genera tanta angustia del 4-0? ¿Es el número? ¿es la implicación? ¿es la carga social de lo que significa? Llevo semanas tratando de encontrar la razón de la angustia.
Me choca caer en los clichés de "las angustias femeninas". Primero porque odio los clichés en general y segundo porque llevo una vida tratando de definir una nueva y personal forma de ser femenina.

Objetivamente no tengo nada de que angustiarme. Tengo salud, tengo trabajo y tengo una familia y amigos que me quieren lo suficiente como para no haberme confinado de planta al diván del  psicoanalista.

Creo que en parte, y tengo que ser bien honesta, me angustia la parte física del paso del tiempo. Si Narciso hubiera tenido cuarenta años cuando se reflejó en el río (ese en donde eventualmente se ahogó) en vez de enamorarse de su reflejo hubiera estado demasiado concentrado contando las canas y las patas de gallo. Me choca ser vana, pero es un hecho que eso me pesa. Los cuarenta NO son los nuevos veinte. Los cuarenta son la época del inicio de las arrugas, la baja del metabolismo, las innumerables canas y la celulitis (por lo menos en mi caso).

Pero creo que lo que más me angustia es que siempre asumí que a los cuarenta uno debe tener resueltas las tres grandes preguntas de la vida. La clave para aprobar con éxito la década de los treintas y pasar a la nueva etapa es saber:
Quién soy,
Qué quiero y
Hacia a dónde voy...

A los cuarenta debes tener la seguridad de tener las respuestas de esas preguntas.
Mínimo necesario para aprobar.
Después de todo llevas más de 12,000 días en la tierra. ¡Algo debes de haber aprendido sobre ti misma!

El tener la respuesta a estas tres preguntas te debe dar tranquilidad en la vida. Es muestra de haber resuelto las grandes dudas. De haber llegado a cierto grado de madurez, de placidez, de autoconocimiento.

La mera verad es que yo no tengo ni la más remota idea de cómo contestaría ninguna de esas tres preguntas.  Y me está costando un enorme trabajo encontrar la respuesta.

¿Hay alguien al que le pueda copiar las respuestas? ¿Existen respuestas? ¿Cuánto tiempo más me va a tomar encontrarlas?

Nada más que apague las velitas del pastel me voy a abocar a buscar las respuestas....

Cómo la veo me va a tomar otra década encontrarlas.


domingo, 21 de abril de 2013

Ahora quién podrá defenderme

A veces me gustaría ser de esas mujeres a las que un hombre les resuelve la vida. A las que el hermano las defendió del bully del patio de la escuela, el papá del novio cornudo, el esposo del jefe malhora. A la vieja usanza de "lo que quieras con ella conmigo", nos arremangamos la camisa y nos vamos a los golpes.

No porque no haya enfrentado problemas o agresores en mi vida, sino porque siempre me las di de "muy juerte" y nunca pedí ayuda. Consejo, quizá. Escucha, seguro. Pero pedirle a alguién que fuera a defenderme o a abogar a mi favor. Jamás.

Pero, nunca fui de ellas. De hecho, creo que una de mis cualidades, era justamente esa fuerza y autonomía. "Mirala, que fuerte.... Mirala como se defiende solita...Mirala como sale solita adelante de sus problemas."

A veces me gustaría ser de esas mujeres a las que un hombre las saca de sus problemas. Si me oyera cualquier feminista...me tiraban a la basura. Mi grito de guerra  (mujeres fuertes e independientes) hoy se convierte en soga.

No se de donde, a estas alturas de mi vida, viene esta fantasía de ser defendida y auxiliada. Hoy es un poco tarde para pedirlo. La dulce Polly ya con patas de gallo clamando por su gran supercan.  Antes las mujeres defendidas se me hacían débiles... Hoy las veo suertudas.

¿Será que la vida cada vez se vuelve más complicada? ¿los problemas más dificiles? o Será que cada vez soy menos fuerte y más emocional y necesito esa fuerza bruta externa para salir adelante.

Probablemente, como sucede con la mayor parte de las fantasías, el ser defendida en la realidad me caería como patada de burro ("Qué no ves que me puedo defender yo solita. Gracias pero no gracias.") Pero aún así... Hoy  me gustaría ser de esas mujeres a las que un hombre les resuelve la vida.


viernes, 8 de marzo de 2013

Los adultos y sus abuelos

Mucho se habla de la relación de los niños con sus abuelos, de la importancia de estos en la vida de los pequeños.
Poco, o nada, se habla de la relación de los adultos con sus abuelos. En parte, porque por una regla natural de la vida pocos adultos tienen abuelos (los vamos perdiendo a lo largo de la vida) o porque asumimos que el vinculo afectivo y contención que ofrecen se vuelve innecesaria en la vida adulta.

Yo tengo la suerte de haber crecido con 4 abuelos. Mi abuelo paterno murió cuando yo ya estaba casada. Los otros tres han vivido para ver a sus bisnietos (mis hijos) nacer, crecer y llegar a la adolescencia.
Aun cuando uno siempre ve "viejos" a sus abuelos, a mi me han durado de maravilla.
Han compartido partos, fiestas, mocos, cumpleaños, éxitos y fracasos de sus nietos y bisnietos. Han estado presentes, como regalo de la vida, aun cuando la teoría dictaría que uno como adulto no los necesita ya.

Pero, como bien dice el dicho, nada es para siempre. Y la muerte merodea a los abuelos de una manera especial. Y tengas 8 años o 40 años el enfrentar el momento es difícil. De diferente manera, pero difícil.

En la niñez o adolescencia la muerte de un abuelo viene rodeada de miedos hacia la muerte misma. De no entender lo que está pasando, lo que viene después, lo que pasa con el cuerpo, lo que pasa con el alma. La muerte del abuelo es la muerte de un ser querido y el nacimiento de la conciencia a la vez, quien sabe que es más duro y aterrador.

Cuando eres adulto, y las preguntas trascendentales de la vida ya están resueltas, la pérdida es más dura, más cruda. Es la pérdida de un ser querido y punto. Cada quien podrá tener su idea de lo que pasa en la vida después de la muerte. Pero el consuelo es poco. La persona ya no está. La persona que estuvo durante tanto tiempo presente, se va. Con los abuelos que duran tantos años el amor se vuelve también costumbre, relación día a día y ante la muerte, duele la pérdida de ambas partes: de lo sentimental y de lo cotidiano.

La pérdida de un abuelo nos remonta a nuestro niño interior, a nuestro ser más intenso y privado. Cuando muere un abuelo, lo único que quieres hacer, tengas 20, 30, 40 o 50 años, es llorar como si tuvieras 8...