viernes, 8 de marzo de 2013

Los adultos y sus abuelos

Mucho se habla de la relación de los niños con sus abuelos, de la importancia de estos en la vida de los pequeños.
Poco, o nada, se habla de la relación de los adultos con sus abuelos. En parte, porque por una regla natural de la vida pocos adultos tienen abuelos (los vamos perdiendo a lo largo de la vida) o porque asumimos que el vinculo afectivo y contención que ofrecen se vuelve innecesaria en la vida adulta.

Yo tengo la suerte de haber crecido con 4 abuelos. Mi abuelo paterno murió cuando yo ya estaba casada. Los otros tres han vivido para ver a sus bisnietos (mis hijos) nacer, crecer y llegar a la adolescencia.
Aun cuando uno siempre ve "viejos" a sus abuelos, a mi me han durado de maravilla.
Han compartido partos, fiestas, mocos, cumpleaños, éxitos y fracasos de sus nietos y bisnietos. Han estado presentes, como regalo de la vida, aun cuando la teoría dictaría que uno como adulto no los necesita ya.

Pero, como bien dice el dicho, nada es para siempre. Y la muerte merodea a los abuelos de una manera especial. Y tengas 8 años o 40 años el enfrentar el momento es difícil. De diferente manera, pero difícil.

En la niñez o adolescencia la muerte de un abuelo viene rodeada de miedos hacia la muerte misma. De no entender lo que está pasando, lo que viene después, lo que pasa con el cuerpo, lo que pasa con el alma. La muerte del abuelo es la muerte de un ser querido y el nacimiento de la conciencia a la vez, quien sabe que es más duro y aterrador.

Cuando eres adulto, y las preguntas trascendentales de la vida ya están resueltas, la pérdida es más dura, más cruda. Es la pérdida de un ser querido y punto. Cada quien podrá tener su idea de lo que pasa en la vida después de la muerte. Pero el consuelo es poco. La persona ya no está. La persona que estuvo durante tanto tiempo presente, se va. Con los abuelos que duran tantos años el amor se vuelve también costumbre, relación día a día y ante la muerte, duele la pérdida de ambas partes: de lo sentimental y de lo cotidiano.

La pérdida de un abuelo nos remonta a nuestro niño interior, a nuestro ser más intenso y privado. Cuando muere un abuelo, lo único que quieres hacer, tengas 20, 30, 40 o 50 años, es llorar como si tuvieras 8...

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